Don Isauro Hanchoc Pacheco, constructor y palapero de Quintana Roo

Por Miguel A. Izquierdo S. – Coautor Arq. Carlos Silva

Un valioso legado cultural de los pueblos mayas de la península de Yucatán es, sin duda, la construcción de viviendas, muelles y “palapas” con base estructural en troncos y morillos de madera dura de árboles de la región. Ese legado cultural implica la acumulación familiar y comunitaria de saberes constructivos, conocimientos de la biodiversidad, de propiedades de árboles endémicos, su uso para obras diferenciadas, su duración y flexibilidad, sus límites de carga y conservación ante climas calientes y húmedos, y la presencia de una amplia gama de insectos que los atacan o evitan. (Es importante considerar el tiempo en que se debe hacer el corte para que la madera sea adecuada.) Estos son apenas algunos de los condicionantes que deben considerar quienes han decidido dedicar sus vidas a este arte y obrajes, como Don Isauro Hanchoc Pacheco y su equipo de colaboradores, originarios de Chemax, un poblado cercano a Valladolid, Yucatán.

Esta semblanza de Don Isauro la he preparado escuchando relatos de sus amigos Don Félix, Carlos Silva y Celina Izquierdo, el primero miembro de su cuadrilla de “palaperos”, quienes por décadas lo acompañaron como colaboradores. Al parecer, Don Isauro aprendió ese oficio de su padre y vecinos en su pueblo natal, y fue especializándose con los retos que le ponían ingenieros y arquitectos llegados a la fundación de Cancún y ciudades cercanas, retos que él aceptaba gustoso. Tenemos noticias de palapas hechas por su equipo, con dimensiones de hasta 20 por 30 metros en la base, y hasta 15 metros de altura, la mayoría levantadas solo con fuerza humana, sin grúas, y raramente con soportes de concreto armado. En el caso de los primeros muelles cercanos a Cancún, él mismo y sus colaboradores se zambullían para insertar sus pilotes de base, usando las incorruptibles y duraderas maderas de zapote, entre otras, o bien de tzalam. También consta que estuvo a cargo de levantar la torre de control en lo que ahora es la Av. Kabah, el primer aeropuerto de Cancún.

Su padre era ejidatario, llegó a tener 200 hectáreas, y murió después de los 106 años, casado en enésimas nupcias y en su etapa final, con una mujer de cuarenta. Al parecer, repartió su patrimonio entre sus hijos, lo que permitió a Isauro hacerse de otras propiedades en las cercanías de Puerto Morelos y Cancún, donde construyó una bodega para guardar y secar troncos y maderas que utilizaría para sus construcciones. Entre sus obras estuvieron las palapas levantadas (ahora eliminadas) en el centro de Cancún, en el llamado Parque de las Palapas, por los años setenta. Una más, en el famoso Restaurante Mauna Loa de Cancún y de amplias dimensiones; otra palapa principal en el parque ecológico Kabah; otra en la escuela Waldorf de Cancún, y decenas más en espacios domésticos y turísticos.

Don Félix comentaba que, en los años noventa, los gobiernos anteriores les daban 1000 pesos por hectárea de su siembra, una miseria. Desde entonces, Isauro Hanchoc Pacheco ya tenía la conciencia de ver hacia un futuro mejor, de ahí que respaldó el movimiento zapatista, y luego el movimiento obradorista (llamado proyecto de nación). En Cancún tenía su lugar de reunión, llamado Rincón Rupestre, para hablar de política y, entre otras acciones, cantar y tocar su guitarra.

Entre las maderas más usadas en sus obras se encuentra el zapote, el tzalam, el caracolillo, y el chacte, que seleccionaba, cortaba y pulía él con sus colaboradores, y ubicaba en sus obras dependiendo de consideraciones físicas (estática y dinámica) y tomando en consideración el estado de la luna para los cortes de la madera, las torsiones ocasionadas por vientos poderosos, a partir de su capacidad de carga y resistencia, sabiendo que debían soportar huracanes y ciclones, y embates de plagas periódicas. Además, sus diseños debían considerar el flujo permanente del aire, el caliente hacia arriba, para refrescar los espacios así techados.

Si uno analiza brevemente la geometría de sus palapas, advertirá ciertos patrones constructivos, como los ejes a cargo de fuertes troncos, morillos espaciados, contraventeos de menor diámetro que los troncos de base, enlazados machihembrados y reforzados con tornillos encontrados, con huecos salidos en las partes superiores para la salida del aire caliente, orientación predeterminada de estos para no afectar el interior en caso de lluvias, trenzado de las cubiertas con hojas de guano, chit y zacate de larga duración, entre otras consideraciones técnicas.

Tomemos como ejemplo la palapa de la foto anexa, con estructura en forma de prisma triangular, colocado sobre base rectangular. Uno se pregunta por qué un morillo diametral va en una dirección y el otro toma la dirección opuesta, esto es, no se corresponden. ¿Qué hay de física en esta disposición? Tenemos entendido que así armadas las palapas (esta de 8 x 12 metros, a una altura máxima de 8 metros), resisten mejor los vientos huracanados, y las torsiones, al formar triángulos (la figura geométrica más rígida), con los morillos que van en las caras inclinadas (rectangulares) hacia la cima. ¿Cuántos años tiene esta palapa? Treinta. ¿Cuántos huracanes ha resistido? Varios, y se ha desplumado en sus palmas, algo, pero ahí está, boyante y orgullosa de su factura y estructura.

Don Isauro promovió el zapatismo en su pueblo y entre sus compañeros, formó parte de la ciudadanía que dio protección a quienes, viniendo del Frente Zapatista de Liberación Nacional, visitaron Quintana Roo. En alguna ocasión vino con Félix a la Ciudad de México, a participar en una gran marcha del movimiento encabezado por López Obrador. Félix lo consideraba su padre, pues más allá de contratarlo, lo aconsejaba, era cariñoso con él, le enseñaba sus saberes como buen maestro. Don Isauro era humilde, pese a haber conseguido con trabajo rudo, una vida solvente.

Se sabe que fue perdiendo una a una sus propiedades y que sus últimos años pasó a la indigencia, tras haber cedido varias de sus propiedades. Decepcionado, fue dejando de comer, por ahí de los 88 años. Un final horrible para quien aportó tanto a darle un sello distintivo a obras hermosas y útiles de Cancún y de la región.

Invito a quienes lean este reconocimiento a Don Isauro a completar la lista de las obras que hizo y están ahí enhiestas, en la península, como muestra de la sabiduría popular.

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